Aguascalientes, 14
de noviembre. – Con la primera cinta de “Pantera Negra” (2018), la Marvel logró
una interesante institucionalización étnica dentro de su propio universo
privilegiando no sólo a un héroe de color en una trama confeccionada para su
lucimiento, sino a todo un reparto integrado por actores afroamericanos y un
director en las mismas condiciones (Ryan Coogler). Esta cinta sigue siendo uno
de los mejores trabajos en cuanto a narrativa, técnica y dirección de este
contingente superheroico para la pantalla grande y después del fallecimiento de
su protagonista, Chadwick Boseman, hubo demasiadas preguntas sobre el destino
de la franquicia o la línea a seguir para que ésta prosiguiera. El resultado es
una secuela que conforma tanto un respetuoso homenaje póstumo a la desaparecida
estrella con una historia donde su pérdida significa todo un proceso de
exploración dramática para los demás personajes como la inteligente decisión de
cimentar a la ficticia nación africana de Wakanda como una bujía esencial en el
motor argumental del Universo Marvel expandiendo sus posibilidades narrativas a
través de esta zona geográfica que resulta fascinante de ver y entender por su
rica construcción sociocultural. “Pantera Negra: Wakanda Por Siempre” se toma
su bendito tiempo para localizar un eje temático por la variedad de elementos
que toca, pero una vez que planta pies en tierra traza una trayectoria
definida, dinámica y armoniosa que, si bien no llega a la meta propuesta por su
predecesora, sí construye un sólido set de reglas propias que cincelan
adecuadamente el futuro de esta serie de filmes y a quienes toman la estafeta
del legado de Bosman.
La película
arranca con un intenso y emotivo prólogo, donde la princesa Shuri (Letitia
Wright), hermana del rey T’Challa, alias “Pantera Negra”, se deshace en
esfuerzos por encontrar el remedio que salve a su hermano de una muerte
inevitable a causa de un mal. Los esfuerzos no rinden frutos y T’Challa fallece
(todo fuera de cuadro), por lo que su país entra en un profundo luto. Más la
pena no dura debido a los esfuerzos de naciones extranjeras por hacerse del
bien mineral más anhelado de Wakanda: el poderoso Vibranium, elemento que llegó
a aquellas tierras africanas por un meteorito que arribó hace muchos años y que
les proveyó del medio para generar incontable tecnología y recursos para
mantenerse soberana y socioculturalmente avanzada. La Reina Ramonda (una
extraordinaria Angela Bassett) lucha en el frente diplomático ante la Naciones
Unidas para que los dejen en paz, mientras que Okoye (Danai Gurira), líder del
grupo élite de guerreras conocidas como las Dora Milaje, y la misma Shuri hacen
lo propio desde su propia nación, hasta que un tercer factor entra en juego en
la forma de Namor (Tenoch Huerta), rey de la submarina nación de Talokan, que
pretende hacerle la guerra al mundo de la superficie una vez que éste ha
encontrado yacimientos de Vibranium debajo de la nación sumergida, por lo que
pide la ayuda de la reina Ramonda y a Shuri para localizar a una científica
llamada Riri Williams (Dominique Thorne), quien ha diseñado los aparatos
capaces de rastrear el codiciado mineral. La princesa Shuri y Okoye a su vez
acuden con el agente Everett Ross (Martin Freeman) para que las ubique en la
senda que las lleve a ella sólo para descubrir que se trata de una joven
estudiante del MIT con una capacidad intelectual que supera a sus maestros,
pero que se ha hecho de tecnología diseñada por el finado Tony Stark para crear
su propio traje cibernético al estilo del Hombre de Hierro. Esto le será de
utilidad cuando Namor y sus Talokanos inicien su embestida contra el mundo
exterior y contra Wakanda, donde otros personajes, como el belicoso M’Baku
(Winston Duke) y la otrora amante de T’Challa, Nakia (Lupita Nyong’o), lucharán
contra el aguerrido monarca del océano.
“Pantera Negra:
Wakanda Por Siempre” es una película que cumple dos propósitos sensoriales:
llenar los ojos de una puesta en escena pletórica de componentes estilizados y
ocasionalmente barrocos, diseñados para reflejar etnias y costumbres
específicas maravillosamente integrados a la estética y trama de la cinta y el
sentir, pues la historia trabaja varios puntos de pérdida para Shuri, de la
protagonista indiscutible del filme, quien lidia casi con desesperación con la
pérdida de su hermano así como encontrar su lugar en el esquema existencial y
vivencial de Wakanda, siendo ella misma pero respetando el legado de la Pantera
Negra, por lo que la trama se vuelve más una labor antropocéntrica que
meramente superheróica, mientras que el personaje de Namor y la mitología de
Talokan logra calzar con naturalidad al tratarse de un ser ancestral que
formaba parte de la cultura maya también en estado de orfandad, pero llevado a
las profundidades marítimas por circunstancias cuasi místicas. La suya es
también una historia de despojo y desamparo que se vuelve el correcto
contrapunto a la honda tristeza de Shuri, mientras Talokan y Wakanda luchan
entre ambas por predominar. Las elecciones narrativas de Coogler, si bien van
en expansión no en proporción a las necesidades de la historia sino a las de la
franquicia, cuajan correctamente sus pretensiones dramáticas para legar una
cinta que cuenta con firmeza una aventura épica con tintes emocionales que por
fortuna se decanta por la caracterización y no por los efectos especiales.
Carece de la frescura obsequiada en la primera película, pero si ésta es
muestra del rumbo que llevará la serie, entonces no hay problema con que
Wakanda siga Por Siempre.
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