La concentración del poder en China en
torno a la figura de Xi Jinping, reelegido ayer secretario general
del Partido Comunista (PCCh), augura
más control social, asertividad frente a Occidente y una arriesgada apuesta por
la autosuficiencia tecnológica, pronostican los expertos.
Durante el XX del Congreso del PCCh que
concluyó este fin de semana y eligió personalmente a sus fieles para copar la
nueva cúpula de la formación y así dominar completamente el régimen durante un
tercer mandato de cinco años sin ninguna facción interna que pueda hacerle
sombra o fiscalizar sus decisiones, Xi impuso su ley.
La
composición de su nueva cohorte muestra que Xi lleva las riendas de todo y que
ha logrado cimentar aún más su poder. Todos los miembros de esta cúpula han
trabajado anteriormente con él y están muy ligados a su figura“, explica el
investigador Yu Jie, del laboratorio de ideas londinense Chatham House.
El
objetivo de Xi: que su nuevo equipo impulse lo que él mismo denominó ayer una
“revolución dentro del Partido” que lo haga “invencible ante todos los retos”,
partiendo de “la sobriedad y la perseverancia“, hasta alcanzar la
“modernización de China“.
Los
analistas ven en sus últimos discursos proclamas extremadamente ideológicas que
priman conceptos como seguridad nacional, unidad y autosuficiencia para
afrontar lo que se consideran ataques externos, como el reciente veto de
Washington a la fabricación de chips estadounidenses para empresas chinas, que
tendría el objetivo de aislar al gigante asiático.
“Algunos
de los nuevos miembros del Politburó (24 personas) tienen una sólida
experiencia en la gestión de empresas estatales clave y de industrias
estratégicas. Muchos de ellos han obtenido doctorados en ciencias. Este nuevo
equipo tiene la misión de impulsar la autosuficiencia para garantizar la
seguridad nacional”, añade Yu.
Poder absoluto
El
nuevo Comité Permanente nombrado ayer, la cúpula del PCCh, tendrá también la
misión de revitalizar la economía, fundamental para la legitimidad del régimen,
y para ello Xi ha optado por aupar al número dos de su escalafón a Li Qiang,
que llevaba las riendas del mayor polo empresarial del país, Shanghái.
Li apunta
a convertirse en primer ministro en marzo pese a no poder frenar a tiempo
-según los estándares chinos- la riada de casos de covid en la megalópolis
durante la pasada primavera, lo que derivó en un duro confinamiento de casi
tres meses.
Los
expertos aseguran que en la designación han pesado su obediencia a la hora de
acatar las órdenes e imponer las interminables cuarentenas, sus habilidades con
la comunidad empresarial y, sobre todo, su amistad personal con Xi.
Y es que
ser implacables será una de las grandes máximas de la formación para evitar
corruptelas o disensos que puedan prender la mecha de un descontento más
generalizado, algo que el propio Xi recalcó al apelar a la “unidad” y a una
“gobernanza estricta”.
“Es decir,
que no haya ninguna voz discordante a su figura”, resume el experto Dominic
Meagher, del centro de investigación australiano John Curtin.
El líder
chino también aseveró que “la gloria está cuando se supera la adversidad”,
augurio según los analistas de que vienen curvas y que el PCCh tirará de mano
dura para mantener el control social, su máxima prioridad.
“La democracia que funciona”
Durante
sus alocuciones de esta semana, el mandatario habló de los “desafíos globales”
y de responder a ellos impulsando “los valores comunes de toda la humanidad” en
un momento de extremo enfrentamiento ideológico, con Pekín asegurando que su
sistema socialista también es “una democracia que funciona”, mejor incluso que
los países occidentales, a los que considera en declive.
“Si todos
trabajamos juntos, podemos vivir en armonía”, afirmó Xi, lo que Meagher
interpreta como un mensaje que dice que “si el mundo quiere paz, tendrá que
obedecer”, algo que haría poco probable que el país rebaje el tono de
confrontación que mantiene en los últimos años contra quien se oponga a su
discurso.
La crisis
de Taiwán también estuvo presente en el cónclave y se incluyó en los estatutos
del Partido una resolución para “rechazar” una eventual declaración de
independencia de la isla y “oponerse tanto a los separatistas como a quienes
lanzan burdas provocaciones desde el exterior”.
En lo
económico-social, Xi quiso calmar las aguas al garantizar la vigencia del
proceso de “reforma y apertura” mediante el que China se ha desarrollado desde
los 80, y prometió “oportunidades para todos” porque “China no se puede
desarrollar sin el mundo, y el mundo también necesita a China”.
No
obstante, los expertos no auguran recetas liberales sino más bien
autosuficiencia, marxismo y nacionalismo para reducir los desequilibrios y desigualdades
que aún caracterizan el modelo chino.
Por el momento, las bolsas no parecen haber acogido con optimismo el resultado del Congreso, y el índice de referencia de la Bolsa de Hong Kong, el Hang Seng, perdió hoy un 6. 4 %, por debajo incluso del nivel de algunas jornadas de finales de 2008, época en la que los mercados mundiales se derrumbaban ante el estallido de la crisis financiera global.