• La
tanatología atiende al paciente y también a sus parientes, porque en ocasiones
requieren más el apoyo que el enfermo: Guadalupe Celia Medina Hernández
Miedo a la
soledad, a no ser recordados, a lo desconocido, haber desperdiciado la vida, la
destrucción y deterioro del cuerpo, dejar asuntos legales en desorden, así como
separarse de las personas, son las sensaciones más comunes de un individuo en
fase terminal, de acuerdo con la representante del Claustro de Psicología
Clínica en la Comisión Especial de Evaluación Docente de la Facultad de
Psicología, Guadalupe Celia Medina Hernández.
Durante
una charla sobre tanatología y psicogerontología, que formó parte del ciclo de
conferencias “UNAMirada desde la Psicología”, de la Facultad de Filosofía y
Letras de esta casa de estudios, añadió:
Un
enfermo terminal siempre relata el miedo a que el proceso hacia la muerte lo
viva en soledad, quisiera que al momento de morir estuviera alguien tomándole
la mano.
“Tanto
en la enfermedad como en la vejez, hay miedo por no saber qué va a pasar
después, cómo será el proceso de muerte, que es lo que van a sentir. De igual
forma, estos grupos se cuestionan su pasado y si realmente vivieron
intensamente”, argumentó la egresada de la Facultad de Psicología de la UNAM.
Medina
Hernández se enfoca en el acompañamiento a un enfermo terminal, ya sea que se
trate de un adulto mayor o de cualquier edad. Hay que saber estar con
ellos, comprenderlos, ser empáticos y entender los procesos del duelo que
viven.
El
elemento principal para que este proceso se logre con éxito, agregó, es que la
familia participe de principio a fin, inclusive si en algún momento ellos
necesitan de ayuda profesional.
La
tanatología atiende al paciente y también a sus familiares. Llega un momento en
el que necesitan más el apoyo que el enfermo terminal, cuando este acepta su
muerte; aquí es el momento en que se quiebra la familia, detalló.
“Cuando
el enfermo ya no responde a ningún tratamiento, el médico transforma su
medicina en cuidados paliativos y tiene la obligación de avisar a la familia
que ya no hay nada que hacer. Lo que sucede muchas veces es que la familia pide
que no se le diga al enfermo, lo cual afecta mucho y es una pérdida de tiempo,
se convierte en una conspiración silencio; la familia deja de hablar con el
enfermo y se pierde tiempo valioso, se evita el tema y no se permiten sufrir
frente al ser querido. La familia necesita abrirse, que se sinceren, llorar
juntos y resolver asuntos pendientes”, abundó Medina Hernández.
Si
hay una situación donde madre o padre de familia se encuentre en fase terminal,
el trato con los hijos, y sobre todo con infantes, debe ser de la misma manera.
Existe la obligación de informarles la situación real en la que se encuentran
sus progenitores, consideró.
De
acuerdo con la universitaria, a los menores hay que hablarles con la verdad,
que se despidan de los papás, que vivan el proceso de la muerte. Inclusive si
se van a velar, que estén en el velatorio y en el sepelio. Casi siempre se les
aísla y es terrible porque se les hace daño, tienen que saber que murieron.
“Un
niño sufre menos que un adulto, llevan menos tiempo en el planeta, sus apegos
no son tan grandes como los de un adulto, claramente les duele perder a sus
padres, pero el tiempo que le queda al enfermo es valioso para despedirse de
sus hijos. Por lo mismo, hay que acercar a los niños, aunque lo ideal es que
sea en la casa, hacer que el niño y el resto de la familia tengan estos últimos
momentos en el hogar, ya que siempre es donde el enfermo desea fallecer”.
Compartió
que el ser humano en general necesita el respaldo de un tanatólogo en distintas
etapas de su existencia, ya que las pérdidas no solo se relacionan con el
fallecimiento y lo que implica.
“La
tanatología es el estudio interdisciplinario de la muerte y, aunque suene
paradójico, es una ciencia de la vida que te enseña a disfrutarla, porque al
ser conscientes de que va a acabar, vivir se vuelve una experiencia iluminada y
sobre todo se realza”, enfatizó la también representante del Claustro de
Psicología Clínica en la Comisión Especial de Evaluación Docente de la Facultad
de Psicología.
La
psicogerontología se centra en la asistencia a los adultos mayores quienes
viven el duelo de estar en la “última etapa”. Medina Hernández la definió como
el área de la psicología que estudia y se encarga de conocer el perfil y los
cambios psicológicos del adulto mayor y su proceso de envejecimiento, hace un
rescate de él.
Ambas
disciplinas se encargan de promover en el ser humano la aceptación hacia la
muerte, la necesidad por existir con esta conciencia y tener mejor calidad de
vida, sin necesidad de sentir miedo a morir.
Fuente: UNAM