Con un sentido homenaje virtual a cinco voces, al mismo
tiempo apasionado y reflexivo, la Academia Mexicana de la Lengua (AML) recordó
al poeta Eduardo Lizalde, fallecido el pasado mayo y miembro de esa corporación
desde 2006.
Entre evaluaciones críticas de su vasta obra literaria y celebraciones de su
enciclopédico conocimiento sobre la ópera, los convocados se refirieron al
autor con el sobrenombre que obtuvo desde la publicación de uno de sus libros
más célebres.
«Hay autores cuyos libros nacen clásicos. Su influencia
es notoria desde su aparición y a través de la lectura de generaciones. A esa
categoría pertenece la serie de poemas que, bajo el título El tigre en
la casa, Eduardo Lizalde publicó el año de 1970″, contextualizó el
escritor Vicente Quirarte.
Este emblema, que el «Tigre» Lizalde trabajó durante gran parte de su
carrera poética, es uno de los legados más perdurables del escritor, según
evaluaron sus colegas en el homenaje.
«El tigre que tensa, con su aterradora simetría, las cuerdas de una de las
poesías de mejor y más alto timbre entre nosotros», elogió Quirarte.
En su intervención, el escritor Adolfo Castañón leyó un texto de su autoría,
titulado Tributo luctuoso a Eduardo Lizalde, en el que destacó la
amplitud de la influencia de quien fuera su amigo entrañable.
«Eduardo era poeta, aunque su perfil sea más amplio y se pueda decir de él
que era traductor, narrador, pensador, editor, crítico y comentarista de ópera,
amante, amigo y, sobre todo: tigre», expuso.
De Lizalde, el ensayista y editor destacó libros como Cada cosa
es Babel (1966), La zorra enferma (1974) y Tercera
Tenochtitlán (1983), donde su poderosa voz era inconfundible.
«Lizalde es una voz, una voz desvelada por las voces. El lugar del canto
se da en el espacio donde habita el tigre. Ese lugar es un espacio de quietud y
de soledad, pero también de crueldad y de violencia», destacó.
Entre su obra, Castañón también se refirió especialmente a Autobiografía
de un fracaso (1981), un ensayo en el que el propio Lizalde evalúa al
Poeticismo, movimiento que fundó junto con Enrique González Rojo, Arturo
González Cossío y Marco Arturo Montes de Oca.
«Un libro excepcional en la historia de la literatura en términos éticos,
estéticos y aún políticos», dijo Castañón.
«Este libro es clave para leer y entender, entre las rayas del tigre, el
proyecto pasado y futuro de esta anatomía que se resuelve en una torre de
palabras. Una y otra vez, Lizalde se ha mirado al espejo para romperlo».
Mientras que el también poeta Jaime Labastida concordó con el propio Lizalde en
que el proyecto que planteaba el poeticismo fue uno fallido, por su empeño de
elaborar un mecanismo para el funcionamiento del trabajo poético.
No obstante, juzgó que este empeño de juventud, aunque un fracaso, fue
fructífero, pues le proporcionó la conciencia del oficio que reluciría en el
que considera su primer gran libro.
«Con ese libro, Cada cosa es Babel, publicado a los 37 años de
edad, comienza en verdad, a mi juicio, su verdadera y audaz carrera poética.
Todo lo anterior se puede considerar como meros ensayos», evaluó.
Es, a partir de ahí, según expuso Labastida, donde comienza una serie de libros
«orgánicos» de Lizalde, lejos ya de las pretensiones mecánicas del
poeticismo, como El tigre en la casa (1970), Caza
mayor (1979) o Algaida (2004).
Asimismo, el académico destacó que su obra poética podría dividirse en dos
grandes segmentos.
«‘Cada cosa en Babel’, o ‘Al margen de un tratado’ constituyen poemas
cerebrales, en tanto que ‘El tigre en la casa’ o ‘La zorra enferma’ son poemas
escritos con pasión, desde el fondo de las vísceras», ejemplificó.
El antropólogo Roger Bartra, por su parte, leyó una introducción a la obra
poética del «Tigre» que tituló El misterio de la cosa en la
casa.
A partir de El tigre en la casa, explicó el miembro de la AML, el
poeta buscó esclarecer un misterio propuesto por él mismo.
«Lizalde nos enfrentó al misterio de la cosa en la casa. ¿Qué es esa cosa
bestial que se multiplica dentro de la casa de las palabras? ¿Qué es ese
desconcierto nuevo que se instala en el antiguo orden del hogar?»,
aventuró Bartra.
En su intervención, el académico pormenorizó la importancia de Tercera
Tenochtitlán, libro no tan conocido suyo que, no obstante, juzga una de sus
más grandes contribuciones.
«Un gran poema sobre la Ciudad de México, una extensa meditación, amarga y
dolorosa, en la que recupera el tono furioso de El tigre en la casa para
dirigirlo hacia su ciudad, su inmenso y abigarrado hogar urbano», declaró.
«Es posiblemente el mejor poema que se haya escrito sobre esta tumultuosa
y caótica aglomeración del orbe urbano».
El cierre del homenaje correspondió al arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma,
quien recordó a Lizalde como un conocedor absoluto de la ópera, y relató la
anécdota de cuando le ayudó a documentarse para escribir un texto sobre la
ópera Motezuma, con música de Antonio Vivaldi.
«Los datos que allí aparecen fueron, en buena medida, proporcionados por
Eduardo Lizalde», dijo antes de leer su escrito sobre la ópera.
«De esta manera, rindo un pequeño, pero muy sentido, homenaje a quien hizo
de las letras su pasión y de la ópera una inquietud que siempre llevó hasta el
final de sus días», concluyó Matos Moctezuma.
Para la AML, «El Tigre» Lizalde, su memoria invencible, sigue
caminando entre sus lectores.