VILLALOBOS NOVELA EL ‘BANAL’ TEMA DE LA FELICIDAD

VILLALOBOS NOVELA EL ‘BANAL’ TEMA DE LA FELICIDAD

En su nueva novela breve, Peluquería y letras, editada por Anagrama, el escritor tapatío Juan Pablo Villalobos intenta una alternativa a las tramas y los personajes más recurridos en la literatura: los tristes, los fracasados, los melancólicos, y busca, como un reto narrativo, escribir desde la felicidad y la estabilidad.

El autor cuenta que esta historia, que transcurre toda en un viernes con un personaje muy parecido a él -incluso lleva su nombre-, comenzó siendo parte de la escritura de un libro más largo que dialoga con la idea de escribir desde otro lugar: cómo se narra la felicidad y cómo salir del lugar común que señala que cuando hay final feliz ya no hay literatura.

«Es un lugar que no mira la utopía, la felicidad; la estabilidad mirada como una herramienta política del neoliberalismo», explica el autor, ahora radicado en Barcelona.

Villalobos ha dicho que quería escribir un libro que fuera ligero y que se leyera rápido. Lo cual consigue.

En Peluquería y letras, el protagonista, un escritor que vive en España, tiene una jornada exhaustiva entre sus tareas domésticas, la escritura y un incidente con su corte de cabello. El encuentro con varios personajes de la vida cotidiana que terminan involucrados en experiencias extrañas, al borde de salirse de control, es el que le pone el conflicto a todo.

Esta narración, aparentemente banal y sencilla, esconde varias segundas lecturas sobre la utilidad de la escritura, lo que pasa cuando encuentras estabilidad familiar e incluso algunas anotaciones sobre desigualdad y clasismo.

Sin embargo, el tema central es lo que le pasa a un escritor en la felicidad.

«Sé que el optimismo es difícil de manejar junto con todos los sentimientos alrededor del optimismo, como la alegría, la ternura, la solidaridad, la compasión. Esos temas son complicados porque uno muy fácilmente puede caer en la cursilería, la autoayuda, en escribir literatura motivacional», cuenta.

Él mismo ha escrito varios libros que contienen ironía y cinismo, sin embargo, desde La invasión del pueblo del espíritu el narrador afirma desde el principio que está cansado de escribir de personajes amargados, resentidos y rencorosos, por lo que se propone contar otro tipo de historias.

Villalobos sabe que ese tono optimista puede ir en contra de nuestros tiempos después de una pandemia, una situación en México de violencia que no cesa, guerras, desigualdades, injusticias: pareciera que no es momento de ser optimista o para estar alegre.

«La novela está escrita no con la ingenuidad o la inocencia de decir ‘qué bonito es todo’, sino con una conciencia de que necesitamos crear espacios utópicos y encontrar lugares donde podemos pensar más allá de esta tendencia, tan preocupante y tan común en la literatura mexicana, de ser apocalíptica.

«Entiendo que hay que retratar la realidad y he intentado hacerlo en otros libros, pero hay una postura que veo como discurso hegemónico en este momento para horrorizar al lector, desgarrarlo, mostrarle lo horrible que es la realidad de lo que está pasando en México con una intención supuestamente de moverlo a la acción, de conmoverlo, de que reaccione, pero me parece que esos discursos son a veces tan crudos, tan terribles, que lo que hacen es inmovilizar, producir tal nivel de decepción, tal nivel de miedo que los lectores o los espectadores lo que se quedan pensando es que ya no hay nada que hacer», explica.

Frente a discursos que llevan al lector a pensar que ya no hay nada qué hacer, que está todo perdido y que abandonan espacios políticos y públicos de lucha, hay un vacío que ocupan otras personas con discursos peligrosos, dice Villalobos.

Para él esta novela y el trabajo que ha hecho reflexionando sobre escribir desde un sitio optimista también tiene que ver con una postura crítica sobre el papel que ocupan los escritores en su vida personal, profesional, familiar, y qué lugar ocupan cuando escriben libros.

«A veces los escritores nos salimos de los lugares que ocupamos en la sociedad, en la familia y en términos de clase, de nivel educativo, y nos desplazamos a otro lugar, supuestamente en un sitio en el cual podemos contar esas historias trágicas que están sucediendo, pero entonces ocupamos un lugar que no es nuestro realmente, nos ponemos en el lugar de las víctimas», dice.

Esta reflexión surge después de haber publicado Yo tuve un sueño, en 2018, la crónica de 10 niños centroamericanos que emigraron ilegalmente a Estados Unidos.

Aunque le preocupan temas como la xenofobia, el racismo, el clasismo, los discursos de odio y el ascenso de los nuevos fascismos en varios países, como escritor es consciente del lugar en el que él se encuentra, y hoy, con sus libros, busca ser consecuente y coherente con su lugar en el mundo y su lugar como narrador: «No quiero ocupar un lugar que no me corresponde».

 

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *