Cd.
de México, 22 mayo 2022.- Isaac Hernández no
puede quitarle los ojos de encima al Bosque de Chapultepec, que se extiende,
imponente y frondoso, casi tanto como abarca la vista desde el ventanal de la
suite de lujo en la que se hospeda.
Con la serenidad de quien se sabe realizado y pleno, se apresura a comentar el
paisaje con cualquiera que entra a su cuarto: «Es como de Vittorio
Storaro», dice, en referencia al director de fotografía italiano, que bien
pudo iluminar, con ese cálido naranja del atardecer, a las copas de los árboles
que se miran desde las alturas.
Más allá de la vista y la hora, Hernández, destacado practicante de una
profesión que es, a partes iguales, la de un artista y la de un atleta de alto
rendimiento, exhibe una calma difícil de compaginar con el despliegue escénico,
enérgico y contundente, por el que se le reconoce internacionalmente.
A
pocos días de cumplir 32 años -cuando sucedió esta entrevista el pasado abril-,
al bailarín principal del Ballet Nacional de Inglaterra se le mira, desde
luego, con la vitalidad propia de su arte, pero también con la templanza de la
experiencia.
El día anterior, en una conferencia de prensa para anunciar su gala
internacional de estrellas, Despertares, hizo una declaración que dejó fríos a
muchos: «Si tengo suerte y las cosas salen bien, tengo seis años de buen
ballet en el escenario y quiero aprovecharlo».
Ahora ríe un poco por la conmoción causada, pero no se arredra.
«Lo dije ayer y probablemente me lo van a recordar dentro de 6 años cuando
quiera seguir bailando al máximo nivel, pero siento que quiero aprovechar este
momento, que es la plenitud del bailarín clásico, de los 30 a los 38 años y,
entonces, quiero bailar para mi público en mi mejor momento», redobla.
No se trata, explica, de una apreciación meramente personal, o subjetiva, sino
de un camino que ya ha sido trazado por otros grandes de la danza.
«Se ha visto en las diferentes carreras de los bailarines más emblemáticos
cómo llegas a una madurez física, una madurez técnica, una madurez artística,
donde cada vez que entras al escenario, entras con cierta tranquilidad, cierto
dominio, que te permite crear algo especial», explica.
TOMA
EL CONTROL
Hay una mística, y una buena historia, que acompaña a Isaac Hernández a cada
escenario que pisa: la del niño que comenzó su entrenamiento a los 8 años, en
el patio de su casa de Guadalajara, bajo la tutela de sus padres, los
bailarines Héctor Hernández y Laura Fernández.
Siempre hay algo de ese muchacho tapatío en el bailarín profesional que ha sido
ovacionado en Londres, París, Moscú y Roma, pero ahora, como reflexiona él
mismo, radicalmente cambiado por el trayecto andado.
«(A cierta edad) tienes la experiencia suficiente para manejar cualquier
situación que pueda salir y, al mismo tiempo, puedes estar presente, procesar
la adrenalina de una manera más constructiva.
«Cuando eres joven, igual la adrenalina, los nervios, muchas veces toman
el control, y ahora todas esas cosas se pueden canalizar de una manera más
eficiente», explica.
Ganador en el 2018 del Premio Benois de la Danse, el más prestigioso para un
bailarín en el mundo, y habiendo conquistado, como bailarín principal, el
Ballet Nacional de Londres y el Ballet Nacional de Holanda, todavía no llega el
día en el que la ambición de Isaac Hernández se agote.
«Yo creo que es difícil no tener ambición en una profesión que está
empujándote todo el tiempo a enfrentar tus limitaciones físicas», señala.
«Creo que la ambición principal de un bailarín es no perder su nivel
técnico, es algo que, una vez que lo tienes, no lo pierdes, entonces hay un trabajo
constante y hay que querer hacerlo. Yo todavía quiero estar en mi mejor nivel,
quiero ponerle ese trabajo a mi carrera, que es tan necesario».
EL
CAMBIO
El próximo 11 de junio, en la Brooklyn Academy of Music de Nueva York,
Hernández se despedirá del Ballet Nacional de Inglaterra con el rol de Albrecht
en la versión del ballet Giselle que el
reconocido coreógrafo Akram Khan creó para la compañía y que, según algunos
críticos, es ya una obra maestra de la danza clásica del siglo 21.
El mexicano, en quien Khan se inspiró también para su ballet Creature, emprende una suerte de vuelta al origen, pues
llegará en julio al San Francisco Ballet, la compañía que vio nacer su carrera
profesional.
«Ahora tengo un gran proyecto que empiezo en San Francisco, parte de una
transición después de haber tenido un director por 37 años, una nueva visión
artística. Me gusta hacer esas cosas con mi carrera, ser parte de eso, aportar
mi trabajo, aportar mi talento para que estas transiciones pasen», relata.
«Por ejemplo, en el Ballet Nacional de Inglaterra, cuando yo llegué como
invitado, yo no tenía planeado quedarme, pero cuando vi que era una compañía
que estaba innovando, que tenía una visión artística extraordinaria, que estaba
retando lo que estaba sucediendo en el resto del mundo, que estaba tratando de
cambiar fundamentalmente la historia de la organización, cambiándose a una
nueva sede, sentí que era importante ser parte de esto».
Después de casi 7 años en Londres, que fungió como un puente al resto de
Europa, el bailarín volverá a ponerse bajo las órdenes de Helgi Tomasson, el
director que, desde 1985, encabeza la compañía, y quien lo recibió en el cuerpo
de baile cuando tenía 18 años.
«Tenía la intención, no la certeza, de regresar, porque nunca sabes cómo va
a ir la vida», cuenta.
«Le hice una carta al director (Tomasson) cuando me fui, después de cuatro
años ahí, donde le decía precisamente eso: que me iba de la compañía sabiendo
que tenía mucho por hacer todavía, pero que me iba por la misma razón que me fui
de mi país, por la necesidad de seguir creciendo, aprendiendo, de retarme como
artista, de buscar más responsabilidades, de trabajar con otros coreógrafos,
pero que tenía la certeza de que, en algún momento, me gustaría poder regresar
a San Francisco».
Hace unos meses, de camino a su casa en el Metro de Londres, el bailarín
recibió una llamada inesperada de Tomasson.
«Él es una persona emocionalmente muy compleja, es de Islandia, es muy
reservado, y lo escuché emocionado por tenerme de vuelta, me dijo: ‘Creo que
sería fantástico que pudieras regresar, que pudieras estar con tu hermano
(Esteban Hernández, bailarín principal de la compañía), que pudieras ser parte
de la transición que va a suceder aquí en el San Francisco Ballet’ y significó
mucho para mí que me respaldara en esa decisión», detalla.
Como una representación cabal de ese magnetismo que le produce el Bosque de
Chapultepec, Isaac Hernández asegura que gran parte de lo que lo lleva de
vuelta a San Francisco es, precisamente, la cercanía con su país natal.
«En lo personal, creo que apenas las cosas se están poniendo interesantes,
por la cercanía que voy a tener con México, porque me interesa muchísimo
construir puentes para que nuestros talentos, nuestros artistas, tengan la
posibilidad de tener más colaboraciones en Estados Unidos, en Canadá, de
fortalecer los vínculos culturales y creativos, de trabajar con las comunidades
creativas en California, creo que hay mucho trabajo por hacer en ese sentido, y
me emociona», celebra.
IMPULSO
A LA JUVENTUD
El próximo 6 de agosto, a una década de su primera edición, Hernández y un
grupo internacional de 30 estrellas del ballet y de otros géneros de la danza
se presentarán en el Auditorio Nacional en la gala Despertares.
Luego de que, en el 2019, se anunciara la terminación del proyecto por falta de
apoyo gubernamental, el bailarín decidió regresar, tras lo aprendido en la
pandemia de Covid-19, de nuevo sin apoyo de la Secretaría de Cultura.
«Despertares es algo bien especial porque gracias al apoyo del público,
podemos hacer el espectáculo, entonces eso es muy especial, porque si las cosas
nos salen bien y el público responde de la manera en la que han respondido en
años anteriores, entonces podemos encontrar una continuidad», vislumbra.
El día de la conferencia de prensa, el artista se reunió con la Secretaria de
Cultura, Alejandra Frausto, para pedirle su colaboración en una ambición que ha
fraguado desde hace años.
«Mi intención era comunicarle que hay una oportunidad para que venga la
Royal Ballet School a hacer audiciones a México, por primera vez, gratuitas, y
quería compartirle la responsabilidad, de cierta manera, de ayudarme a que esto
pueda suceder en el País», dice sobre el encuentro.
«Fue muy receptiva a la propuesta, el trabajo está hecho, se puede decir
de esa manera, me tomó casi siete años convencer, seis años, por lo menos,
convencer al Royal Ballet a que viniera a hacer las audiciones gratis a México.
«Le enfaticé en la necesidad tan grande que hay de darle una opción a
tantos jóvenes que han perdido la esperanza en una carrera profesional durante
la pandemia, que han perdido toda motivación por seguir trabajando, muchos de
ellos en espacios muy reducidos, en sus casas, con situaciones terribles, que
creo que sería muy valioso para todos los jóvenes que están involucrados en la
danza en el País, tener eso como una meta: ‘La primera semana de agosto, mi
vida puede cambiar si soy aceptado en el Royal Ballet'».
CONSOLIDAR
‘DESPERTARES’
Genuinamente incansable en su faceta como gestor cultural, Hernández quiere
poder llevar Despertares de nuevo a Guadalajara, que se estrene en Monterrey y
que exista una versión de la gala que pueda ir a otras partes de la República.
También lanzar de nuevo el proyecto Despertares Impulsa, con el que ha ofrecido
talleres de nivel internacional y audiciones que han resultado en que jóvenes
bailarines mexicanos pudieran obtener un lugar en las escuelas del Ballet
Nacional de Inglaterra y el San Francisco Ballet.
«Al final, como bailarín, estando en el escenario todo el tiempo, te
acostumbras a unos niveles de adrenalina y de intensidad en tu vida que son
difíciles después de encontrar en otras profesiones. Una vez que te retiras,
hay un gran vacío de eso.
«Curiosamente, yo me siento tan emocionado y tan entusiasmado por poder
desarrollar estos proyectos, como me siento cuando bailo, entonces tengo ganas
de poderles dedicar más tiempo», proyecta.
Con el regreso a San Francisco a la vuelta de la esquina, Isaac Hernández ya
pondera la posibilidad de que esa compañía sea la que, en poco más de un
lustro, pueda verlo retirarse de los escenarios en la cúspide de sus
habilidades.
«Yo creo que dependen de cómo vayan las cosas en los próximos años, pero
yo creo que sí, para que un proyecto como el que está iniciando la compañía
encuentre algo de solidez necesita, por lo menos, cinco, seis años, entonces yo
creo que, si es cierto esto que sucede en la carrera de un bailarín y mi
plenitud sucede durante ese periodo, entonces sí, definitivamente, quiero
aprovecharlo para compartirlo con mi hermano, compartirlo con esta compañía que
me vio iniciar mi carrera profesional. Creo que sería bonito», vislumbra.
En calma, ponderando ya la que será la más brillante, pero última, etapa de su
carrera, Isaac Hernández mira al Bosque de Chapultepec como añorando su futura
cercanía con México.
Alguien comenta que, desde esa altura, el Valle del Anáhuac luce una capa nada
halagadora de contaminación.
Siempre optimista, jovial, Isaac Hernández responde con una broma: «Son
las nubes», dice, como si declarara dónde se encuentra el límite de sus
ambiciones.