La nave principal de la galería Kurimanzutto
ha sido ocupada por una nueva estructura: una casita de madera, con un techo de
tejas tiznadas de negro, de espaldas al visitante, que esconde su entrada.
Al rodearla, se puede cruzar, agachado, a través de una pequeña puerta, para
encontrarse, a la luz de las velas y entre el olor ahumado de las tablas
quemadas, con un tesoro hogareño e íntimo.
Se trata de una propuesta del artista tailandés
Rirkrit Tiravanija (1961), quien durante los últimos dos años, como un
trotamundos que divide su tiempo entre Nueva York, Berlín y Chiang Mai, realizó
diversos viajes a Oaxaca para visitar a los pueblos de tradición alfarera del
estado.
Ahí, como un amateur -como él mismo se define- aprendió la tradición milenaria
del barro negro de manos de quienes la mantienen viva en Río Blanco Tonaltepec
y San Bartolo Coyotepec.
En un mesa larga al interior de la casita, con bancos dispuestos para un gran
número de comensales, el fruto de esa colaboración, que prescindió del lenguaje
hablado para centrarse en el barro y en la convivencia al moldearlo, quedó
expresada en decenas de tazones, cuencos, vasos y jarras hechas para
compartirse.
«Es como cuando cocinas y tienes un tipo de energía diferente, es como ser
más sensible con el otro, y dar ese espacio al otro. Es a través de los ojos,
la sonrisa; es un lenguaje que todos tenemos. A mí me gusta la gente, así que
siempre trato de entender ese espacio», expuso Tiravanija al presentar su
obra colectiva.
Esa comunicación sin palabras se extiende al uso de los utensilios, fabricados,
en colaboración con integrantes de cinco familias, y que no es otro más que
compartir un trago con los amigos.
Titulada, precisamente, Mezcal vs. pulque, la exhibición del
tailandés se inserta en una línea de trabajo recurrente, basada en montar
ambientes en espacios galerísticos, o de museos, en los que se ofrece el calor
cotidiano de los alimentos y bebidas, como en ceremonias ancestrales de té, o
en sesiones de cocina abierta.
«Para mí, también es importante que quienes me enseñan tengan los mismos
sentimientos que yo. Que este extraño de Tailandia llegue a su pueblo, en
cierta manera, parece muy intrusivo, pero estuvieron muy abiertos a dejarme
entrar y estar ahí», explicó el artista.
En la presentación de la exposición, la artesana del barro Gregoria Cruz, del
rancho El Paraíso, en Río Blanco Tonaltepec, celebró la colaboración llevada a
cabo entre Tiravanija y su familia de maestros alfareros.
«Fue muy emocionante para mí, porque a través del barro va uno
aprendiendo, tanto físico, como mental, espiritual, de todo un poco. La verdad
es muy bonito y sí me gusta mucho mi trabajo. Y más que tenemos visitas de
diferentes lugares, estados, países», dijo Cruz.
Esta colaboración se hizo posible gracias a Cooperativa 1050 Grados, que reúne
a alfareros de Oaxaca, Puebla y Chiapas, una iniciativa de la asociación
Innovando la Tradición que fungió como puente entre Tiravanija y los artesanos.
«Este último año estuvimos visitando varias comunidades, sólo observando,
conviviendo con las guardianas de esta tradición y en ese diálogo fue que
empezamos a hacer barro juntos», relató Kythza Barrera.
«La vida nos fue llevando hacia él, y él hacia nosotros. Nos visitó en
cada hogar de cada una de nosotras y él vio cómo vivimos, cómo trabajamos, cómo
hacemos cada pieza, y él quiso trabajar el barro también para sacar la pieza
que se muestra acá», complementó Cruz.
De acuerdo con la artesana, esta técnica ancestral involucra un enorme trabajo,
desde ir por el material a la mina, ponerlo a secar, molerlo, batirlo y
hornearlo, en un proceso que llega a tomar hasta un mes entre una
«quema» y la otra.
La casa en la galería que alberga las piezas realizadas, en las que el artista
imprimió un poco de las formas tradicionales de los utensilios asiáticos, es
una versión a escala de una casa de piedra, encontrada en un viaje por en esa
región de Oaxaca, y que se juzgó ideal como espacio de exhibición.
Las tejas de la estructura en Kurimanzutto, realizadas con la técnica del barro
negro, serán usadas después para reconstruir el techo de la casa original.
Este sábado 30 de abril, entre las 12 y las 14 horas, la casita cumplirá con su
función y recibirá a los visitantes a la galería con mezcal y pulque, en una
exposición en donde Tiravanija, llamado afectuosamente «Don Rik» por
Cruz, invita a que quien quiera toque el barro creado en conjunto y se llene
las manos de tizne.
«Aquí, la forma de la mano hace la forma del objeto», dijo el
artista, todavía emocionado, sobre la forma en la que tocar un utensilio de
barro es, de alguna forma, tocar la mano de quien la elaboró.
«Hoy, en verdad deberíamos dar valor a esto, deberíamos valorar cómo los
humanos estamos haciendo cosas con nuestras manos desnudas», dice sobre la
misión del proyecto.
Un día antes de la inauguración, fiel a su convicción de reunir a las personas
en torno a una mesa, en la galería se ofreció una comida para todos los
artesanos participantes, con su infaltable mezcal y pulque, con una receta
especial de Cruz.
La muestra estará abierta hasta el 16 de julio