Cd.
de México 22 abril 2022.- Este viernes, en la
inauguración de la Fiesta del Libro y la Rosa, Elena Poniatowska fue
homenajeada con un testimonio coral de estudiantes de la UNAM sobre sus
experiencias durante la pandemia, a la manera de como ella misma construyó La noche de Tlatelolco.
A un mes de su cumpleaños 90, la escritora escuchó, visiblemente conmovida, el
ramillete de experiencias, tan amargas como esperanzadoras, que le compartieron
alumnos de preparatoria, de universidad y becarios de la unidad periodística de
la UNAM, Corriente Alterna.
A sugerencia de la
autora, quien pidió escuchar las voces de los estudiantes, la Coordinación de
Difusión Cultural de la UNAM, organizadora del encuentro librero, realizó una
convocatoria abierta para elegir a quiénes leerían sus textos de la pandemia a
Poniatowska.
Entre los ocho testimonios estuvo, por ejemplo, el de Diego Becerril,
estudiante de filosofía que perdió a su mejor amigo a causa del Covid-19; el de
Asunción Cabrera, becaria de Corriente Alterna que habló sobre ser mamá,
estudiar y trabajar durante la pandemia, y el de Aranza Bustamante, quien tuvo
que poner en pausa su trabajo como fotoperiodista por cuidar a su madre, recién
curada del cáncer.
Declarándose feminista, Poniatowska encomió específicamente el testimonio de la
estudiante Metztli Molina, quien habló sobre el abuso doméstico que sufrió y el
aumento de la violencia contra las mujeres durante el confinamiento.
«Yo creo que sería muy bonito hacer una nueva especie de ‘Nueva Noche de
Tlatelolco’, porque nos puede servir en el futuro, porque nos puede, además,
ser parte de nuestra vida y parte de la sociología de nuestro País», señaló
la escritora.
Animada por Rosa Beltrán, titular de Cultura UNAM, Poniatowska relató su
proceso para recopilar el coro de testimonios que conforman de La noche de Tlatelolco, su libro sobre la matanza
de 2 de octubre de 1968, y destacó, sobre todo, el acto de saber escuchar.
«La comunicación es el primer paso del amor, entonces esto (la Fiesta del
Libro y la Rosa) es un ámbito amoroso. ¿Ven esta cúpula blanca? (la carpa del
escenario que lleva su nombre). Estamos viviendo momentos privilegiados, que van
a ser posiblemente los últimos que yo viva, porque ya tengo 90 años»,
reflexionó.
«Creo que podremos recordar una mañana limpia, una mañana transparente,
una mañana en la que estábamos sentados, así, los unos al lado de los otros, y
oyéndonos; también oír es una necesidad enorme que tenemos cada ser humano, que
nos oigan», dijo, conmovida, sobre su homenaje.
También, a petición suya, la también autora de Hasta no
verte Jesús mío tomó unos minutos para recordar a Rosario
Ibarra de Piedra, la defensora de los derechos humanos recientemente fallecida,
y con quien compartió jornadas para protestar en contra de las desapariciones
políticas en México, como ocurrió con el hijo de Ibarra, jamás encontrado.
«Rosario rompió el mito de los campos militares, donde se concentraba a
los posibles opositores al Gobierno; rompió el mito de Echeverría. Rosario
Ibarra de Piedra vio a Luis Echeverría, en un solo día, 32 veces, porque lo
siguió a todas sus reuniones políticas, todas sus apariciones públicas, y le
decía: ‘¡Mi hijo! ¡Mi hijo está desaparecido!’. Reunió a otras madres de
familia, y yo creo que ha sido una mujer de la cual todas deberíamos recordar y
que todas deberíamos llevar dentro de nuestro corazón, porque si hay una mujer
valiosa en nuestro país, una heroína, es doña Rosario Ibarra de Piedra»,
clamó.
Tras escuchar los testimonios y responder algunas preguntas, «Elenita de
México», como la nombró el Rector de la UNAM, Enrique Graue, firmó libros
a sus muchos lectores que, tras dos años de modalidad virtual, por fin pudieron
regresar a la Fiesta del Libro y la Rosa en el Centro Cultural Universitario
(CCU) de la UNAM.