En una
humanidad dividida entre oprimidos y opresores, el Papa alentó a todos a seguir
el ejemplo de Jesús en la cruz, quien ante el inmenso dolor que padecía,
«no pensó en salvarse a sí mismo», ni respondió a sus verdugos con
gritos o rabia, sino que rezó a Dios para que los perdone.
La mañana del 10 de abril, Domingo de Ramos, el Papa Francisco celebró
la Santa Misa precedida por la procesión y bendición de las palmas de olivo en
una soleada Plaza de San Pedro.
Ante la presencia de los fieles y peregrinos allí congregados, el Santo
Padre reflexionó sobre el Evangelio del día según San Lucas (Lc 22, 14–23, 56)
que narra la Pasión de Jesús y destacó que en el Calvario se enfrentan dos
mentalidades:
«Las palabras de Jesús crucificado en el Evangelio, «Padre,
perdónalos porque no saben lo que hacen» (v. 34), se contraponen, en efecto, a
aquellas que pronuncian los soldados que lo crucifican: «Que se salve a sí
mismo si este es el Mesías de Dios, el elegido» (Lc 23,35)».
El Santo Padre celebra la Misa del Domingo de Ramos
La mentalidad del «yo» se opone a la entrega de Dios
En este sentido, Francisco señaló que «salvarse a sí mismo», es decir, cuidarse a sí mismo, pensar en sí mismo y no en los demás, «es el estribillo de la humanidad que ha crucificado al Señor», y que solamente se preocupa «por la propia salud, el propio éxito, los propios intereses; centrada en el tener, en el poder y en la apariencia».