A la presencia de Tláloc, en las puertas del Museo Nacional
de Antropología, se ha sumado otra deidad de la lluvia a tan sólo unos pasos,
sobre el camellón de Paseo de la Reforma: Cocijo, aunque perteneciente a la
cultura zapoteca.
Una representación hecha en fibra de vidrio y pintura automotriz creada por el
oaxaqueño Sabino Guisu (Juchitán, 1986).
Se trata una escultura temporal con una altura de cinco metros
emanada de una exposición que el artista presentó recientemente en la galería
Maia Contemporary.
«¿A dónde se han fugado todos los dioses?», se preguntaba Guillermo
Santos en el texto de sala de la muestra».
«Ésta es una de las grandes preguntas de la modernidad. Junto a los dioses
se han fugado también los animales, las plantas, tradiciones, cientos de
lenguajes y perspectivas humanas. ¿No sentimos una especie de orfandad de todas
las cosas en el presente?».
El trabajo de Guisu, y ejemplo es esta pieza, titulada simplemente Cocijo,
puede enmarcarse en una continua reflexión entre lo sagrado y lo profano,
señala Santos, de cómo coexisten la humanidad y el sentimiento religioso en la
vida actual.
«¿Es posible conciliar ambas visiones?».
La estética de Guisu indaga en ello, y parte, por ejemplo, de una inspiración
del art toy para crear la figura de esta deidad.
«Guisu ilustra cómo sería la figura simbólica de Cocijo en el universo
paralelo de la modernidad», señala Santos.
«El trabajo del creador oaxaqueño ha sido el de buscar aquellas piezas
enterradas en la conciencia, fragmentos que laten con un fuego primordial. Y
darles un nuevo significado».
Cocijo, también deidad del rayo, estará expuesta en Reforma, entre el
tramo de Antropología y la Librería Porrúa, diez días, con la posibilidad de
extender su permanencia más tiempo.