· Como camino para la emancipación intelectual
· En
la Universidad Nacional de hoy, su pensamiento original ha devenido en un
modelo que da cabida a las más diversas expresiones del pensamiento: Hugo
Casanova Cardiel
· Mañana
26 de enero se conmemora el 176 aniversario de su natalicio
Reconocido como
el Maestro de América por sus invaluables aportaciones en favor de la educación
y la cultura, Justo Sierra Méndez es considerado uno de los personajes más completos
de la historia de México: escritor, historiador, novelista, periodista,
político y un decidido promotor del diseño y creación de la Universidad
Nacional de México, hoy Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Para
Hugo Casanova Cardiel, coordinador del Consejo Académico de las Humanidades y
las Artes de la UNAM, e investigador titular del Instituto de Investigaciones
sobre la Universidad y la Educación, fue un hombre de su tiempo.
Si
bien formó parte del grupo de intelectuales del porfiriato, como Ignacio Manuel
Altamirano y Guillermo Prieto, también fue un personaje que abrió las puertas
al pensamiento mexicano del siglo XX, a partir de una perspectiva liberal e
ilustrada.
“Fue
un mexicano de avanzada que vislumbró a la educación como uno de los caminos
con mayor certidumbre para la emancipación intelectual de una sociedad, hasta
entonces, caracterizada por la ignorancia y la servidumbre. Sierra propugnó por
la instrucción obligatoria como un medio para la superación de los individuos y
como un elemento de vinculación social y el bien común”, enfatiza en entrevista
Casanova Cardiel.
Considerado libre pensador en la academia y en el servicio público, concibió un
proyecto educativo nacional y buscó formas de difundir la cultura y la ciencia
en México, como la mejor manera de forjar el alma nacional.
Su
visión se inspiró en las ideas del positivismo, oponiéndose a aquellas
interpretaciones religiosas del mundo; abogó por el bien colectivo sobre el
interés individual, siempre desde una perspectiva científica, basada en
fundamentos técnicos.
Siendo
maestro de la Escuela Nacional Preparatoria impartió la cátedra de Historia y
publicó la que es considerada su obra fundamental: “Evolución política del
pueblo mexicano (1900-1902)”, un libro de texto que ha contribuido a la
formación política de varias generaciones.
En
ese sentido, Casanova Cardiel señala: aunque resulta difícil calificar como
revolucionario a un intelectual que formaba parte del grupo en el poder, la
propuesta de Sierra Méndez aportaba ideas que buscaban –en el marco de las
estructuras porfiristas– mejores condiciones para una población, en su mayoría,
rural y necesitada.
“Si
bien Justo Sierra no profundizaría en las agudas contradicciones sociales que
desembocaron en el estallido de la Revolución Mexicana de 1910, sí, en cambio,
concedía a la educación nacional enormes posibilidades para el fortalecimiento
de la patria, el desarrollo y la democracia”, añade.
En
cuanto a la vigencia de sus postulados en materia educativa, y en particular
sobre el proyecto de Universidad Nacional que soñó, Hugo Casanova afirma que
las instituciones universitarias se desenvuelven bajo una dualidad que responde
a sus raíces históricas y a los retos del presente. En el caso de la
Universidad Nacional lo hace con claridad a esa doble dimensión: encuentra
sólida base en sus planteamientos primigenios y contesta con gran pertinencia
ante el entorno social actual.
“En
la Universidad Nacional de hoy, el pensamiento original de Sierra ha devenido
en un modelo que da cabida a las más diversas expresiones del pensamiento. Se
trata de una institución libre, plural y orientada a la solución de la compleja
problemática nacional”, asevera Casanova Cardiel.
Con
base en su carácter nacional y autónomo, explica, la Universidad Nacional
ejerce la autocrítica y combina lo mejor de sus tradiciones con los retos que
le impone el presente. Se honra así el legado de los miles de mujeres y hombres
que desde los más diversos campos del saber y, por más de un siglo, han transitado
por sus aulas.
Entre
otras de las aportaciones esenciales de Justo Sierra destacan el
establecimiento del primer sistema laico de instrucción pública en México; la
promoción de la unificación lingüística del país; otorgar autonomía a jardines
de niños; impulsó al reconocimiento del magisterio en el nivel superior; y el
establecimiento de un sistema de becas para los alumnos con mejor desempeño
académico.
Por
la vía de la educación
Nació
en Campeche el 26 de enero de 1848; inició sus estudios en ese estado y los
continuó en Mérida, Yucatán. Posteriormente, en 1861, luego de la muerte de su
padre, la familia se mudó a la Ciudad de México donde ingresó al Liceo Franco
Mexicano, para continuar con su formación académica en el Colegio de San Idelfonso.
En
1871 finalizó sus estudios de abogado y empezó a trabajar en la vida pública,
al desempeñarse como diputado en el Congreso de la Unión y magistrado de la
Suprema Corte de Justicia. También fue titular de la antigua Secretaría de
Justicia Pública y Bellas Artes y de la Secretaría de Instrucción Pública, de
1905 a 1911.
Una
de sus principales tareas fue la promoción de la educación primaria
obligatoria, ya que consideraba que el desarrollo del país solo era posible por
la vía de la educación. Su mayor legado fue la creación de la Universidad
Nacional de México, en 1910, ahora UNAM.
En la actividad periodística fue fundador y director del periódico La
Libertad, de 1878 a 1880; colaboró en los diarios El Monitor
Republicano, La Libertad y La Tribuna; así
como en los semanarios El Renacimiento y El
Federalista; también fue uno de los directores de la Revista
Nacional de Letras y Ciencias, de 1889 a 1890.
Durante
su trayectoria política se desempeñó en dos ocasiones como diputado federal en
el Congreso de la Unión, de 1881 a 1884; presidente de la Academia Mexicana de
la Lengua, 1887; ministro y presidente de la Suprema Corte de Justicia, de 1894
a 1900; secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes de México, de 1905 a
1911, durante el porfiriato. Posteriormente, ministro de México en España por
el gobierno de Francisco I. Madero, en 1912; y representó a México en el
Congreso Hispanoamericano de Madrid.
Murió
el 13 de septiembre de 1912; sus restos fueron repatriados para ser sepultados
en la Rotonda de las Personas Ilustres, en la Ciudad de México. Su nombre está
inscrito en el Muro de Honor de la Cámara de Diputados.
En
su amplio legado escrito destacan artículos periodísticos, epístolas, doctrinas
políticas y educativas, ensayos críticos, discursos, cuentos, poemas,
narrativa, libros históricos y biográficos.
Sus
Obras Completas fueron publicadas por la UNAM en 1948 y reeditadas en 1977;
están integradas en 15 tomos, supervisados por el escritor Agustín Yáñez.
FUENTE:
UNAM