Pedro Peñaloza
“No hay
melancolía sin memoria, ni memoria sin melancolía”.
Marcel
Proust
Sobrevivimos sin ti, pero contigo. Nuestra vida
transcurre con tu ausencia: tu imagen la tenemos tatuada y se pasea
cotidianamente en nuestra mente. Hoy, hace 22 años te fuiste hijito, a viajar
por otras galaxias, el mismo día del cumpleaños de tu amadísima abuelita,
Elenita. Esa bella mujer que tanto te abrazaba.
Tus risas son música sincopálica y el eco que
resuena y se agolpa en los amplios territorios de nuestra nostalgia. Tristeza
contenida y sonrisas complacidas de tenerte en el bosque fresco de la
imaginación. Tu presencia bromista y corrosiva es nuestro alimento. Esas, tus
ocurrencias son un brebaje para evocarte, para estrujarte y negarnos a dejarte
ir. Aunque partes diariamente y regresas de inmediato para recordarnos que te
fuiste sin irte.
Tengo presente tus visitas y el insistente afán de
acomodar mis lentes fuera de mi alcance. Apagas la televisión olvidada ante el
cansancio que me invade, llegas y te vas, sigiloso. Pero se queda el olor de tu
aroma. Y vuelves en las noches frías a cobijarme. Recuerdo cuando recién tu
partida, un año después, nos visitaste en el piso 30 de un hotel de Yokohama,
Japón. Ahí dormía tu hermano, al que tanto amabas, que aún se secaba las
lágrimas por tu intempestivo viaje, y lo abrazaste tiernamente sin despertarlo.
Yo te vi tan fresco, tan dulce, a través de la poderosa capacidad de la
imaginación y del deseo de tenerte.
¿Cómo no tener estacionada en la mente tu gran
destreza para jugar futbol? Tu fina técnica, tu sangre fría para jugar en zonas
peligrosas. Esa lucidez para enfrentar los retos que te puso la vida deportiva.
Soportaste todo: la mafia de los entrenadores de las selecciones menores, la
inmensa mala fe y mezquindad de los directivos y entrenadores de Pumas. Un par
de ellos aún viven. Uno nada en el océano de su egolatría y el otro es el jefe
de la mediocridad del equipo universitario.
Aquí estamos hijito, amado Pedrito. Viviendo
intensamente, inspirados en tu estoicismo para no decaer ante las adversidades
ni las miserias humanas. Vivimos con alegría, que nos permite llorarte y no
amargarnos. Aquí seguimos, dándole masaje al corazón, tus hermanos Emilano y
Lidice Estelí, quién no te gozo como lo hubiese deseado, pero vibra por tu
recuerdo.
22 años sin ti, pero contigo. Los mismos que tengo
escribiéndote anualmente desde la hospitalaria casa que es para mí El
Sol de México. Y mientras tenga fuerza en las manos y memoria resistente te
seguiré evocando. Por ahí nos encontraremos hijito.
@pedro_penaloz